Bien lo decía Benito Juarez: “Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”. Y es que podríamos afirmar que no existe mayor manifestación de amor entre desconocidos que respetar el derecho de los demás. Nosotros, los seres humanos, debemos reflexionar y poner en práctica cada día esta gran obligación y compromiso. Cada persona, dependiendo de los dones y la gracia recibida en la vida, tiene, en mayor o menor proporción, el compromiso de respetar el derecho ajeno y, los dirigentes, presidentes, representantes y demás personas con poder para influir y conseguir cambios en una sociedad, la obligación de hacer realidad los derechos de los demás.
En este sentido, uno de los grandes logros de la humanidad fue la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la cual fue redactada por representantes de casi todas las regiones del mundo y adoptada por las Naciones Unidas el 10 de diciembre del año 1948. La Declaración describe los treinta derechos fundamentales que constituyen la base para una sociedad democrática, los cuales fueron agrupados en tres generaciones de derechos: los derechos vinculados con el principio de la libertad que son los derechos civiles y políticos; los derechos vinculados con el principio de la igualdad, que son los derechos económicos, sociales y culturales; y los derechos vinculados con la solidaridad.
He aquí, brevemente, nuestros 30 derechos universales:
Recordemos siempre nuestros derechos humanos, pongámoslos en práctica, nunca violemos ni permitamos que otros violen uno sólo de estos derechos, solo así aportaremos nuestro granito de arena para conseguir vivir en un mundo mejor, siendo esta, indiscutiblemente, nuestra mayor declaración de amor hacia el prójimo y el mundo.
Artículo publicado en la revista saladeespera.com.do